lunes, 17 de noviembre de 2014
HOMILÍA DE SANTA MARTA
Predicada por el P. Ernesto Zaragoza en Villajoyosa el 29 julio 1979.
Queridos hermanos: Como todos sabéis celebramos hoy la festividad de santa Marta, patrona de Villajoyosa. Dos son los evangelistas que nos han conservado el recuerdo de santa Marta, la hermana de María y de Lázaro que vivían en Betania, a pocos kilómetros de Jerusalem. Según san Juan, Marta, Lázaro y María formaban una familia judía que había creído en Jesucristo y lo había aceptado como el Mesías esperado de Israel y como a Hijo de Dios. Jesús, que solía visitarlos de vez en cuando, amaba tanto a los tres hermanos que cuando Lázaro enfermó, sus hermanas se lo hacen saber a Jesús, apelando al afecto que lo une a su hermano y así le dicen: “El que amas está enfermo”, dándole a entender, que llenas de confianza esperaban que viniera a curarlo. Lázaro, sin embargo, muere, para que Jesucristo pudiera hacer el gran milagro de resucitarlo. Cuando Jesús, acompañado de sus apóstoles, llega a Betania, Lázaro lleva ya cuatro días enterrado. Pero aquí entra en escena santa Marta. Apenas oyó ésta que llegaba Jesús, salió a su encuentro y tuvo con él aquella maravillosa conversación, que nos ha conservado el evangelista san Juan. Marta le dice:”Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no hubiera muerto. Pero aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le contesta: Tu hermano resucitará. Marta le dice: Ya sé que resucitará en la resurrección final. Jesús le responde: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque muera vivirá. Marta le contestó: Sí, Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Ved aquí la fe de santa Marta. Fe en el poder de Jesús, fe en su mesianidad, fe en su divinidad, fe en su misión y en su palabra. Y esta fe de santa Marta va unida a la convicción de que Dios concederá a Jesús cualquier cosa que le pida, porque sabe que el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. Y Jesús se encarga de conceder a esta fe tan sólida, lo que santa Marta espera. Y esta fe de santa Marta arranca del Señor nada menos que la resurrección de su hermano. !Qué fe tan grande la de santa Marta y qué poder de intercesión ante Jesús! Pues mereció alcanzar del mismo Cristo uno de los milagros más grandes de su vida terrena, que fue también anuncio de su propia resurrección y de la nuestra.
Pero el evangelista nos ha conservado también un detalle muy revelador, referente al amor que Jesús sentía por Lázaro. Cuando el Señor llega a la tumba de Lázaro acompañado por santa Marta, no pudo contener las lágrimas y lloró. Entonces fue cuando los judíos que le habían acompañado dijeron se unos a otros: !Mirad cómo le amaba¡ También podríamos decir lo mismo respecto de santa Marta !Cómo la amaba Jesús¡ Y porque la amaba, importunado por su fe y confianza, resucitó a su hermano. Santa Marta es pues una mujer de gran fe. Pero la fe no es auténtica, ni puede salvar a nadie si no va acompañada de obras de amor. No basta decir: !Señor, señor¡ para entrar en el reino de los cielos. Hay que hacer la voluntad de Dios en todas las cosas. No basta creer, hay que realizar las obras de la fe; hay que vivir de acuerdo con las normas de nuestra fe. Ya lo dijo el apóstol Santiago: ”¿Qué le aprovecha a uno tener fe si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe sola? Si tu hermano o hermana están desnudos y carecen del alimento diario y no les das con qué satisfacer su necesidad ¿qué provecho les vendrá? Así también, si la fe no tiene obras está muerta en sí misma”. Porque la fe hay que demostrarla con las obras.
!Que bien entendió esto santa Marta¡ Por eso no se contentó con creer en Jesús y en su poder, sino que como nos dice san Lucas: “Marta recibía al Señor en su casa y andaba atareada en el servicio, mientras que su hermana María a los pies de Jesús escuchaba al Maestro. Al fin, santa Marta se dirige a Jesús y le dice: No te importa que mi hermana me deje sola para preparar el servicio? Dile que me ayude. Pero el Señor le contestó: Marta, Marta, por muchas cosas te afanas y te turbas, pero una sola es necesaria”. A primera vista esta respuesta de Jesús parece un reproche, pero no es así: santa Marta estaba atareada para poder obsequiar convenientemente a Jesús y a sus discípulos, para poder practicar dignamente el sagrado deber de la hospitalidad. Jesús, con sus palabras, sólo intenta hacerle ver que no se debe invertir el orden de valores, es decir que el alimento espiritual de la Palabra de Dios es primero que el alimento corporal, aunque los dos sean necesarios para el hombre.
Santa Marta es, pues, modelo de fe y modelo de caridad. Su fe, es la única que salva, porque actúa por las buenas obras. La caridad se manifiesta principalmente en su atención para con los huéspedes y peregrinos. La hospitalidad es una de las virtudes más sobresalientes de la vida cristiana, porque el Señor Jesús ha dicho: “Lo que hiciereis a uno de estos pequeñuelos a mi me lo hacéis”. Y también: “El que diere un vaso de agua en mi nombre no quedará sin recompensa”. Y en el juicio final: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estaba enfermo y me visitasteis, peregrino y me hospedásteis, y en la cárcel y me vinísteis a ver. Porque cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis”.
Debemos pues, todos practicar la hospitalidad, porque quien recibe al hermano, recibe a Cristo, pero Villajoyosa debe practicarla especialmente porque venera a santa Marta como a su excelsa patrona. Ciertamente que esta ciudad siempre ha abierto sus brazos de par en par a todos los que de cerca o de lejos han venido a ella, ya sea para afincarse en la misma, ya para gozar de unas merecidas vacaciones. Y esto hay que decirlo con orgullo: Villajoyosa ha sido siempre muy hospitalaria y todo el que ha venido a ella ha encontrado siempre una buena acogida y una sincera amistad, sin distinción de credo, ni raza, ni nacionalidad, ni de partido político. Prueba de ello es que en todo tiempo ha compartido con el visitante esa alegría que no tiene par, y esa fraternidad universal de que siempre ha hecho gala, especialmente en las fiestas, fiestas llenas de alegría, que no tienen parangón en toda España, porque transforman la noche en el día más luminoso y la alegría invade como un torrente en crecida toda la ciudad, que en esos días olvida los roces propios de toda convivencia humana para compartir lo mejor de sí misma, que es esa la fraternidad que brota de lo más profundo y lo más noble de toda sangre vilera y que se traduce en esta maravillosa e incomparable acogida, que hace que todo el mundo que venga aquí se sienta como en casa y guarde un recuerdo imperecedero de la amabilidad exquisita de los vileros, que como buenos hijos e imitadores de santa Marta, transforman la ciudad en un verdadero hogar, donde hay cabida para todos los que con los mejores deseos vienen a esta ciudad que se volca en hacer felices a los demás.
Pero no podemos quedarnos satisfechos con lo hecho hasta aquí, aún siendo mucho y bueno, porque todos sabemos que aún se podría hacer más, tanto en la conservación de la fe, viviendo de acuerdo con la misma, como en el ejercicio del sagrado deber de la hospitalidad cristiana. Porque ya hemos dicho que no basta creer, hay que tener los brazos abiertos a cualquier necesidad, a cualquier persona que busque entre nosotros, descanso, ayuda, amistad.
Santa Marta protege y protegerá a Villajoyosa, que la tiene por patrona, abogada y defensora, pero la ciudad desde las autoridades hasta el habitante más humilde deben imitar a santa Marta en la búsqueda del bien común y del bienestar social, y de la unión que debe haber entre todos los hijos de la ciudad, hayan o no nacido aquí.
Pero santa Marta no protege solo a los que viven en Villajoyosa, sino también a todos los que por una razón u otra se han visto obligados a vivir lejos de ella. Porque santa Marta no puede dejar sin protección y ayuda a ningún de sus hijos y por esto donde haya un vilero, allí estará santa Marta para protegerlo y ayudarlo, si acude a ella como intercesora ante Dios, con fe, y responde a su ser cristiano con obras dignas de tal nombre. Villajoyosa puede sentirse orgullosa, porque no hay pueblo que tenga por patrona a una santa de fe tan grande como santa Marta, que mereció alcanzar del Señor la resurrección de su hermano, y servir a la persona de Jesús. Acudid pues todos lo vileros a santa Marta, porque no es posible que deje de atender a todos y cada uno de sus hijos que le pidan con fe y confianza, ayuda en sus necesidades y alivio en sus penas.
Que santa Marta, excelsa patrona de Villajoyosa, nos conceda a todos, no perder nunca el don de la fe y a la ciudad la prosperidad, la alegría, el bienestar y la paz. Que así sea.
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